Argumento: Ceret, 1911. Pablo (Picasso) y Georges (Braque) están pintando codo con codo en una casa solariega en compañía de Manolo (Hugué) y Fernande (Olivier), la amante de Pablo. La noticia que en primera plana muestra el Paris-Journal les hace estallar de risa: “LA GIOCONDA HA SIDO ROBADA DEL LOUVRE”. Pero la siguiente noticia, un telegrama en clave firmado por su amigo Guillaume (Apollinaire) les hiela la sangre: “EL BARÓN HA ROBADO EL CORAZÓN DE LA MADONNA ¡VOLVED!”
En el tren de vuelta a París, Pablo recuerda cómo Guillaume le presentó a un atlético joven cuya vida disoluta le había inspirado “Las aventuras del Barón d’Ormessan” y de cómo el Barón, al enterarse de la fascinación que unas estatuas prerrománicas ejercían sobre Pablo, decidió robarlas y luego vendérselas a un precio ridículo. Aquellas estatuas serían la inspiración del primer cuadro cubista, “Las señoritas de Avignon”. En la estación le está esperando un enloquecido Guillaume que le cuenta cómo el Barón, animado por el éxito de su anterior robo de las estatuas, ha decidido robar algo más: La Gioconda, por ejemplo.
Pablo es español, Guillaume, polaco, y el Barón, belga. Y la prensa habla de una “Banda internacional llegada a Francia para desvalijar nuestros museos” ¿Qué hacer? ¿Huir del país? ¿Encontrar al Barón? ¿Lanzar las estatuas incriminatorias al Sena?